Por Loli Molina
Los llamamos ausentes porque nos duele pronunciar sus nombres.
Los sabemos lejanos porque han desocupado los espacios comunes y deshojado nuestra piel, mostrando la carne vivaengendrada por aquellos que una vez nos ayudaron a caminar.
Nos es justo que ya no puedan oler el café de las mañanas nisumergir las galletas en él antes de que se descompongan enuna masa imposible de rescatar. Tampoco lo es que sus voces se hayan transformado en un eco cada vez más lejano, perdido en unos recuerdos contaminados por esa melancolía que inunda cada habitación y cada hora del día.
Allá dónde estén, los pensamos felices, asidos a los chistes que un día se contaron en nuestra boda.
Allá dónde estén, perdurarán en nuestra memoria cada vez más vieja, cada vez más repleta de ausencias.

María Dolores Molina de Málaga, España. Lleva 6 años viviendo en EEUU. Actualmente radica en Cayce, Carolina del Sur y es profesora de español.