Por VozEs
Maritza Torres creció en Murray, un suburbio en las afueras de Salt Lake City, Utah; ahí no había mucha gente que se pareciera a ella, no había gente de color, ni una comunidad latina muy grande. Su escuela era un ochenta por ciento “blanca”. También creció en una familia mormona, sus papá en California, su mamá nació en El Paso, sus abuelos mexicanos de Pachuca, México.
Todo esto ha influenciado su arte y su creatividad, la conexión con sus raíces ha sido muy diferente a la otras comunidades de inmigrantes que siguen el catolicismo, una religión más común entre los latinos.



“Pienso en ello como en el libro 1984 (George Orwell) con el doble pensamiento, algo así como: esta es mi cultura, pero realmente no puedo aceptarla completamente de alguna manera, porque las creencias mormonas no resonaron completamente en mí” comenta Maritza, para quien su primer idioma fue el español y aprendió el inglés con Sesame Street, desde pequeña, creciendo en esa comunidad se dio cuenta de que la gente buscaba y rescataba sus raíces indígenas de entre toda la influencia religiosa.
Le tomó un poco encontrar su identidad y acercarse a sus raíces, y aunque aprendió a hacer piñatas, los bailes folclóricos y el español, sentía ese “síndrome del impostor” ese sentimiento de “no encajar”; el mismo sentimiento la siguió a Los Ángeles, a donde se mudó para alejarse de la religión y buscar conectarse más con su comunidad, sin embargo, en el Este de Los Ángeles, cerca de la cultura chicana, se ha dado cuenta que tampoco encaja por completo, había cosas que no comprendía, por falta de experiencia.
Y es que su familia al estar en Utah, quiso asimilar y adaptarse a la cultura estadounidense y en esa asimilación se perdieron cosas que Maritza ya no alcanzó a aprender.
“Chicanos que crecieron aquí no hablan español todo el tiempo. A veces yo me intimido un poco al hablar español porque ha habido gente que me corrige muy fuertemente mi español, y no entendemos que a veces podemos hacer sentir mal a la gente, no sabemos el trasfondo, o las historias de cada uno” comenta la artista.
Al respecto, Maritza tenía que hacer algo, y su arte fue el medio ideal para intentar conectar a la gente, a las historias, diferentes todas pero con un común denominador: la migración, la separación y la distancia de nuestra cultura.
“Como artista, nuestro trabajo es conectar a la gente, a través de mi trabajo estoy creando el espacio para mostrar a la gente mi lado de la historia, mi experiencia; para que las personas que son primera generación entiendan cómo se afecta a la familia, que alguien de México entienda que tampoco el venir aquí arregla todos los problemas, demostrar que aquí también hay una lucha, conectar todas esas ideas” detalla Torres.
Maritza utiliza diferentes medios no sólo para desarrollar su técnica, sino para tener diferentes formas de contar su historia y conectar con la gente, pero también con diferentes partes de su mente y personalidad.
“Algunas veces me aburro, tiendo a poner mucha atención en los detalles y a veces se hace demasiado pesado; así que tomo descansos y trabajo en algo diferente, la escultura me gusta porque me puedo conectar con la naturaleza” platica la artista, quien disfruta de utilizar materiales reciclados y de la naturaleza.




Lo más importante de un artista, considera Maritza es traer atención a la obra de arte, sí, pero sobre todo aportar su perspectiva, en su caso, ella se expone a sí misma pero también esa conexión con sus raíces y su comunidad.
A Los Ángeles llegó a los 17 años, con la certeza que ha tenido desde pequeña: ser artista. Estudió Diseño de Modas, pero ahora se dedica a lo que la hace sentir libre y con lo que se identifica. Le atraen las cosas y detalles de lo oculto, lo oscuro, contrario a lo que pudiera observarse a simple vista sobre la cultura mexicana que es colorida y brillante, ella ha indagado y ha rescatado lo oscuro de la cultura, la muerte y las calaveras son tan solo una parte, hay mucho más que explorar y ella lo ha hecho a través de su arte.

“Esta pieza tiene cabello hecho de fuego, dientes filosos como se ven en los códices para los jaguares, me gusta dibujar esos en mis figuras ahora. Me refiero a los códices antiguos de las culturas mexicanas, en esta pieza, la figura está luchando por su vida, unas manos la quieren ahorcar y ella lucha, representa a todos los que estamos batallando, luchando como inmigrantes y el sistema es quien nos aprieta” detalla sobre una de sus piezas que expondrá en su próxima exposición en solitario.
Actualmente Torres prepara esa exhibición, en la que mostrará trabajos que está haciendo con papel, a los que ha incorporado los frutos del hobby que le dejó la pandemia: la jardinería, y con las flores que ha crecido ha hecho piezas en papel que le permiten acercarse más a la naturaleza y transformar esos materiales que la tierra nos da.
A la vez, seguirá mostrando su historia, la forma en que ésta ha cambiado y la forma en que se relaciona con la naturaleza, la comunidad y el arte que está segura, unifica, así sean grandes nuestras diferencias.
Conoce más de su trabajo en su Instagram: @maritzatorresart