Un halo de luz; Arleene Correa

Por Sorayda Díaz

Arleene Correa tiene una luz que le ayuda a crear comunidad, a contar las historias del inmigrante, dejarlas plasmadas en el arte para que otros se vean reflejados y a la vez asegurar que no nos borren; ese es el propósito de sus creaciones, eso, y mostrar esa luz que le dieron sus padres al traerla a este país, la luz que muchos otros hijos de inmigrantes llevan también consigo.

Su historia no es única, las cartas que le escribió a su padre cuando ella todavía se encontraba en Michoacán y su papá buscaba ya una mejor vida en Estados Unidos, no son únicas; son las historias de muchos migrantes que han experimentado la distancia y la lejanía de sus seres queridos. 

La artista nació en Arteaga Michoacán, México, y a los 3 años llegó a este país, en donde lleva 25 años. Desde pequeña le atrajo el arte, dibujaba y enviaba sus creaciones a su papá en Estados Unidos, después ella y su familia lo siguieron.

Ella trajo su ilusión de ser artista en la maleta, pero la realidad la golpeó cuando se graduó de High School y se dio cuenta de que no podía entrar a la universidad debido a su estatus migratorio; “la realidad de no tener papeles”, sin embargo cuando Obama promovió DACA, las cosas cambiaron y pudo estudiar arte de tiempo y colegiatura completos en San Francisco.

Una carrera difícil

Correa siempre tuvo interés en temas humanitarios, en contar su historia y esas cosas que nos unen como humanos, alzar la voz en contra de las injusticias, pero siempre la detuvo el miedo; hasta que se le dio la oportunidad de hacer una residencia en Nueva York y ese miedo se perdió entre el gentío y la diversidad cultural de la ciudad. 

“Ya sabes como inmigrante indocumentado siempre es el miedo de que no te descubran y esconderte, no viajar, no salir para protegerse, en NY me sentí libre y sentí que podía decir que era indocumentada, decir lo que he vivido y quería hacer arte al respecto” dice Correa.

Y así fue, desde entonces la michoacana se ha dedicado a contar las historias de los padres, los hijos y las situaciones que se viven en ese viaje. Eso, dice, lo va a hacer hasta que ya no pueda. 

“Mi padre me dijo que la carrera iba a ser muy difícil pero me dijo que me iba a apoyar, yo le dije que sabía, pero la política ya de por si nos lo ha puesto difícil y nos ha pintado  y señalado con cosas horribles como mexicanos, le dije que tenía una oportunidad de compartir la historia y dar un momento a la gente para que nos pueda entender y que nos vean  como seres humanos y no como inmigrantes indocumentados, latinos que vamos a robar empleos etcétera” detalla Arleene.

El arte es una manera de compartir lo político y lo personal de una manera más sutil, es algo visual que, si te llama la atención es un momento muy especial para aprender y comprender algo que de otra manera no lo entenderíamos; la meta de Correa, ha sido esa, crear estas historias de una manera que la gente sienta una conexión. El reto dice, es cómo mantener esas conversaciones y  que la gente sea honesta con los programas que se exponen para que se creen cambios reales en la comunidad, no nada más pretendiendo representar o interesarse en los temas, por eso es difícil esta carrera que eligió, porque lograr un verdadero impacto social, sí, empieza con la intención que llevan sus obras pero depende de la comunidad que debe involucrarse y transmitir a las nuevas generaciones. 

La luz de nuestros padres

“Mija yo mi vida va a ser dedicada a que ustedes nunca tengan que decir que no a sus sueños, y si me tengo que partir el lomo lo voy a hacer porque mis sueños ya se quedaron atrás ahora es lo de ustedes” dice Correa repitiendo las palabras que su papá le dijo un día.

Ella y sus hermanos han realizado sus sueños y son la continuación de los de sus padres; son la luz que su padre y su madre llevan dentro y los hace brillar a ellos. Y de esa luz nacieron proyectos como Llévame contigo, quiero estar contigo un trabajo que utiliza textiles reciclados en canvas para discutir la historia de la migración humana como un método de supervivencia. 

En este  trabajo se dibujan líneas para delinear siluetas de personas conectadas por la luz pero separadas en la oscuridad, revelando el contraste de lo visible y lo invisible. Al exponerse a la luz, la figura del adulto absorbe la energía, simbolizando así el miedo de la separación familiar, la depuración; pero en la oscuridad esta separación se hace visible y la figura infantil absorbe la luz y se convierte en un halo de esperanza. 

“Este proyecto ha sido algo que he pensado casi toda la vida, me he puesto a pensar en los huevos que tuvieron mis papás para traernos aquí tan pequeños y de la manera que nos cruzaron, así como cruzan muchos indocumentados, el amor que un padre le tiene a un hijo tiene que ser inmenso para ponerlo en esa situación, ese sacrificio y ese amor es algo que no se puede medir ni explicar” explica la creadora quien ha experimentado ese amor inmenso con su sobrina Aylin para quien es su segunda madre. 

La creación de ese proyecto la regresó a 1996, cuando ella llegó a este país y comenzó a explorar las cartas que enviaba y escribía a su papá, en las que le decía que la trajera con él, que lo extrañaba, en ese entonces la separación era real. 

«Hola papi,

Te quiero mucho no me has hablado ya no me quieres llévame contigo quiero estar contigo. Mi mami me va a comprar un bebé. Lo voy a querer mucho. 

Hi daddy,

I love you so much you haven’t called me you don’t love me take me with you I want to be with you. My mom is going to buy me a baby. I’m going to love it so much.

-Arleene»

Aunque Arleene trabajaba con óleo, para este proyecto exploró a trabajar y a cortar ropa de su familia, telas, y a recrear familias que están caminando y moviéndose en un espacio negro en la oscuridad.

“Es un momento en que no tienes mucha seguridad de a donde vas, no hay luz, pero las obras reaccionan a la luz cuando la encuentran, a los papás los hago de un material reflectivo que cuando uno utiliza un flash light o una lámpara, ellos reflejan la luz pero protegen a los hijos, con eso estaba pensando en las tecnologías que se usan en el desierto y todo eso que utiliza border patrol (la patrulla fronteriza) para buscar los cuerpos en la oscuridad entonces uno al buscar este cuerpo refleja la luz y esconde a los hijos, pero si no hay luz, los papás se sacrifican y no se ven” explica.

Hay distintas maneras de ver la obra para que los papás existan con los bebés, sin los bebés, y separados, naturalmente la conversación llega a todo lo que ha sucedido con los padres e hijos en las fronteras, y aunque no ha sido intencional, al final esa es la historia real de su propia familia, con eso Correa espera que quien vea sus piezas identifiquen y encuentren su propio recorrido, su propia historia y su propia luz. 

Fotos tomadas del Instagram de la artista

Conoce más del trabajo de Arleene Correa en su sitio web www.correavalencia.com y en su instagram @arleenieeee

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