Nico Amortegui; un inmigrante en las paredes de Charlotte

Por Sorayda Díaz

Hay un dicho con el que Nico Amortegui vive: “todo comienzo es difícil”, en su caso así fue comenzar una nueva vida como inmigrante, haber llegado con sus papás a los 17 años y haber comenzado una carrera autodidacta en el arte.

“Tomar ese primer paso es lo más difícil y eso es con todo” asegura Nico, quien creció en Colombia en donde desde sus cinco años acompañaba a su mamá a vender cerámica en la calle, ella además hacía textiles; esas fueron sus primeras influencias en el arte, al igual que las de su  tío pintor y su padre arquitecto.

Durante diez años, Amortegui estuvo indocumentado, ha sido constructor, plomero, electricista, ha limpiado casas y recogido basura, todo eso y su viaje como inmigrante han formado quien es hoy: un inmigrante que va dejando su firma en las paredes de la Ciudad Reina, y muchas otras en donde ha sido comisionado. 

Estuvimos conversando con Nico en su jardín, un museo contenedor de su obra, justo afuera de su estudio en el que se percibe su influencia de Picasso, los colores que bien evocan nostalgia y alegría cargadas de latinoamérica; un horno en el que trabaja la cerámica que le han enseñado los artesanos oaxaqueños en México; esculturas que siguen en proceso o que bien se han transformado en algo que les queda mejor, porque así es Nico, un creativo que deja que la pieza se transforme en lo que mejor le queda, en lo que la pieza quiera. 

Les compartimos la conversación que tuvimos con el colombiano para que disfruten y conozcan su travesía. 

Nico ¿qué te trajo a este País?

En mi viaje yo vine con mi familia, a los que les tocó lo más duro fue a mi papá y mi mamá cuando ellos llegaron fue por necesidad, llegamos con visa, no hablaban inglés y no conocían a nadie; La historia cuenta que ellos se fueron y se sentaron en el aeropuerto con las maletas, tenían 500 dólares, se miraron y pensaron: “¿ahora qué hacemos?” y me cuenta mi mamá que se acordaron de una amiga que vivía ahí; la llamaron, nos recogió y nos instaló, y pudo ayudarlos de esa manera, pero al principio fue bastante duro.

¿Qué edad tenías cuando llegaste acá?

17, ahora tengo 45.

Y cuéntame ¿cómo fue tu primer acercamiento al arte, allá en tu país, tenías ya el gusto, cómo fue que empezaste?

En Colombia como en los países latinos, todo es arte popular, arte tradicional, los muñequitos de madera, los juguetes que venden en las calles, para mí ese es el arte que hay, pero mi tío es pintor, y mi mamá es diseñadora de textiles y mi papá es arquitecto, entonces ya estaba  ahí, yo no empecé a pintar hasta hace 11 años, antes de eso yo fui fotógrafo, pero hace 11 años que empecé a pintar.

Y ¿que te hizo comenzar?

La necesidad, el ser artista ahora ya se volvió algo popular, cuando empecé aquí no era algo que todo el mundo dijera “wow”. Pero ahora si, se está promoviendo mucho más, ahora crea más negocio, el arte no falla. 

Mi necesidad empezó en el 2008 o 2009 que fue la recesión de Estados Unidos que pegó durísimo, yo tenía una compañía de construcción, tenía una revista y tenía una cafetería y todo se cerró.

Una noche en Enero me dio por ponerme a pintar, uno como que no sabe lo que va a pasar, en ese momento acabamos de tener una niña con mi esposa, entonces había una gran cantidad de estrés y el arte en sí creo que me estaba ayudando a lidiar con eso, con los niveles de ansiedad, entonces me puse a pintar, yo ya estaba en mis 30’s, empecé a buscar los mercados de arte y me empecé a meter, entonces me di cuenta que en un buen fin de semana me podía ir muy bien y empecé a hacerlo de tiempo completo, cuidaba a mi hija por la mañana, hacía algún trabajito cuando podía y los fines de semana pintaba. 

Y eso me ayudaba a salir poquito de ese estrés, a veces necesitas sacarlo y esa era la mejor forma. Pintar es algo que le ayuda a uno a relajarse, y además entre más pinto más me doy cuenta que la voz de nosotros es bastante importante siendo latinos. 

Nico Amortegui

Mi público más que nada es americano, antes yo pintaba mucho de política para mostrar que hay otro mundo, mucha gente americana no sabe lo que pasa, pintaba sobre eso: padres deportados, niños que se quedaban solos, queria crear esas historias para abrirle la mente a la gente, mostrar que somos humanos como ellos. 

Pero luego, esas historias y tristeza me estaban comiendo, y cambié un poco; trato ahora de pintar historias más felices, la conexión está en mostrar lo que tenemos en común, mostrar lo que somos capaces de crear como latinos y ofrecer a este país.

Eso me motivó a comenzar, ahora me contacta gente de todas partes del mundo y es algo súper interesante porque ven que el arte es colombiano o es latino y eso le da una cara a Charlotte, al país. 

Decir que Charlotte tiene inmigrantes en las paredes; eso es algo hermoso. 

Trabajas diferentes técnicas, disciplinas, trabajas con el reciclado, la cerámica también… ¿Cómo es ese proceso creativo en las diferentes técnicas?

Cuando son trabajos como esculturas son procesos diferentes porque ya toca pensar diferente, ahí viene la ingeniería del soporte del sistema, pero la mayoría son pedazos que tengo de otras obras, lo único que hago es comenzar con el mismo proceso de pintura, comienzo a poner varias cosas juntas y eventualmente echo una mirada y pienso: “voy a mover esto o cambiar eso”… a cambiarlo porque algo no me gusta, la obra misma dejo que me vaya diciendo, así trabajo las pinturas y así trabajó la cerámica, sé que quiero crear una vasija o una taza, pero no sé cómo va a quedar.

Trato de tener la mínima cantidad de control sobre el arte porque de mi mente a que salga, nunca queda igual, entonces prefiero que salga algo a que no salga nada y así no me frustro tanto, la pieza se va formando solita, como el humano, nos formamos de poquito en poquito, día a día, con todas las cagadas, eso nos ayuda a ser como somos.

Oye y trabajas también la cerámica y has viajado a Oaxaca a trabajar con artesanos ¿cómo fue que te empezaste a conectar con los artesanos de allá?

Yo crecí con mi mamá, cuando tenía como 5 o 6 años recuerdo que mi mamá vendía cerámicas en la calle, todos los domingos le ayudaba, nosotros vivíamos en un pueblito en el que todos salían a comer a las afueras; entonces salíamos y vendíamos cerámica, mi mamá también hacía telares,  hacía textiles, entonces eso siempre ha estado en la parte de atrás de mi cabeza. 

Un dia mi esposa me regaló una clase de cerámica aquí en Clayworks  en la cual me enamoré tanto que estaba yendo al estudio muchísimo, estaba usándolo tanto que ellos me dijeron que ya no podía usarlo más, entonces cree mi estudio aquí; después mi esposa me ayudo a sacar una beca para ir a estudiar a México.

Estuve allí por 10 días, busqué ceramistas y encontré que en Oaxaca  trabajaban cuatro tipos de cerámica y me fui a trabajar con los mejores ceramistas que hay allá. Su trabajo es todo artesanal, ellos van a las montañas, recogen su tierra y crean con qué trabajan, empecé a ir y me hice muy amigo de una familia y con ellos sigo yendo. A lo que voy más que nada es a la quema, que se me hace muy interesante ese proceso orgánico, para mi es increíble porque es con fuego, es controlable, y es el entendimiento de los colores del fuego el que te dice la temperatura.

¿Y cómo es la quema?

Ponen las baldosas y meten la leña dentro y la cocinan; los artesanos con los que yo trabajo realizan un estilo japonés que se me hace interesante porque ya viene eso transmitiéndose en familia desde generaciones.

También voy a empezar a trabajar con una gente en Costa Rica que trabajan el mismo estilo de quema pero los hornos son diferentes, allá los hornos los hacen con excremento de caballo, es súper interesante porque yo no tenía ni idea que el estiércol de caballo podía crear una fuerza tan grande y ser insulador. 

Aparte de este plan de ir a Costa Rica, ¿qué otros proyectos estás trabajando?

Estoy trabajando con un mural en una escuela Oaklawn Language Academy, estoy trabajando en un proyecto en el YMCA de Winston Salem, después me voy para Washington para pintar los hilos grandísimos donde ponen los granos que ponen la cebada en una cervecería y también estamos tratando de terminar un caballo para una escuela, tengo que ir a darle mantenimiento y hacer algo que funcione más con el medio ambiente porque el sol lo está matando, ese está en Myers Park y con eso más o menos terminó el año y después voy mirando que viene el próximo año. 

A tus 17 años, ¿qué sueños traías en tu maleta al llegar a este país? 

Ninguno en especifico,  es que estábamos en una época en que no había dinero para nada, entonces si acaso habían muchas películas que uno  veía y decía: si un día llegó a Estados Unidos yo quiero hacer esto, pero eran bobadas como manejar un carro e irse a la playa con las chicas.

A esa edad en Colombia normalmente habría estado en el ejército pero como perdí el año, perdí el ejército, entonces mi vida habría sido completamente diferente porque no habría podido salir de Colombia por dos años más, allá es obligatorio. Diría que el único sueño que tenía era ir al ejército y al llegar aquí, intente enlistarme, intente 3 veces la última hace 3 años cuando tenía 42 para la Guardia Costera y no pude pasar porque tengo asma, entonces ya ahí dije que eso no era para mí. Quería eso porque mi papá estuvo en la fuerza naval y en mi familia casi todos son generales y han hecho carreras en el ejército. 

Tienes ese sello en tu trabajo, en donde si alguien te ve en alguna pared sabe que eres tú. ¿Cómo describes ese sello?

Mi estilo es una mezcla de Picasso y el color que viene más del arte popular del Caribe, de México, vienen las ideas brillantes de allá, con mucho color, que hacen sentir a uno feliz, eso es lo que me gusta trabajar, esa sensación de felicidad, verlas sin importar que signifique la pieza, a lo mejor puede ser algo muy triste pero el color te deja ver la pieza y disfrutarla, aunque después entiendas que es algo triste.

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