Por Pedro Mieles Cantos
Un intento de ensayo híbrido, a propósito del pasado Día de San Valentín.
Gracias por tanto, Valeria.
Hace frío esta noche. Parece que va a llover el resto de la madrugada, y mientras oigo las gotas golpear contra el hierro de los pasamanos de emergencia, escucho la voz de Valeria a través del teléfono celular. Ella dice, que no vale la pena estar con una persona si ello, no puede salirse de la idea contemporánea de que todo es pasajero. También dice que si uno (como persona), elige un compañero o compañera, también tiene que creer que todo puede ser posible, si ambos están dispuestos a que todo sea posible. Sus ojos me observan. Sus labios se mueven. Cada palabra suya, parece determinada por una convicción a lo sencillo. A lo cierto. A lo irrefutablemente concreto de lo que es. Ella rememora, habla sobre el pasado de sus relaciones, sobre sus padres; recuerda también cómo ellos se querían, en la forma en la que Don Miguel, su padre (por más imperfecto que fuera), daba lo poco que tenía, con tal de ver sonreír a doña Melba, su madre.
Cae la lluvia. Parece que todo se va a caer. Ambos escuchamos el sonido de los truenos a más de veinte mil kilómetros de distancia. Porque en Guayaquil tampoco ha parado de llover en todo el día. Un torrencial. Valeria, me cuenta de las veces que se vio envuelta en situaciones un tanto melancólicas. Desde su última relación antes de la nuestra, hasta otros casos completamente confidenciales, que más bien no vale tocarlos, por ahora. Ella dice, que por más que una persona quiera a la otra, no puede salvarla. Aquello, se vuelve nefasto, un tanto inmisericorde. Las personas estamos para amar, no para salvar. Y aun así, todo suena tan contradictorio. Pasa, le digo, que mientras más solemos querer a alguien, más solemos perdernos en nosotros mismos. No dando a entender, que todo querer es malo, sino que, todo querer no verdadero lleva al autosacrificio. Olvidarnos de nosotros mismos y dejar a esa persona en un pedestal, como si aquella, nos pudiese comandar. Dejamos de ser. Dejamos de saber en quién o qué nos estamos convirtiendo. Valeria solo escucha. Parece sucederse toda una vida en su cabeza. Hay personas que no ven la distancia del tiempo, dice lentamente. Ni tampoco ven la distancia, le digo yo. Ni tampoco ven que algunas parejas son privilegiadas de no estar tan lejos, dice ella. Y aun así se lastiman. Podrían estar hablando todo el día, verse por la noche, salir a cenar los fines de semana. Y luego, pum. Ya no te interesa esa persona. Ni tampoco quieres verla de nuevo. Más bien ya has conseguido a alguien más. El amor no es injusto. Injustas son las personas. Es el miedo, me dice un poco molesta. El miedo a no poder, o querer estar solos.
Pienso en lo que hace unos días me dijo Marcelo, cuando me estaba ayudando en la mudanza de casa: No es que yo no pueda estar con otra persona. Es que no quiero estar con otra persona. Yo a Ashley la puedo amar, y puedo estar con ella todas las noches y podemos conversar de todo. Y no habrá secretos. Una persona, por más atractiva que sea, por más rica, por más lanzada, no podrá surtir efecto en ti; pasará desapercibida, como si nada hubiese estado ahí. Porque tu cuerpo y tu mente están con tu pareja. No te digo que crea que estaré con ella para siempre. Pero este momento, estos días y estos meses. Este niño que es mi hijo, me hace amarla y amarlos. Todo cambia, cuando nace una familia. Ya no es un amor de dos. Ahora son tres. Y tu corazón se agranda un poco más.
Todo esto que rememoro, se lo cuento a Valeria, que sienta su cabeza, que me observa. Que dice, sí es cierto. Tal vez, es la codicia, le digo. Esta forma de querer acaparar lo suficiente para ver a todos desde arriba de un edificio. Hacerle saber a ti mismo que eres mejor que ellos. O quizás es solo aparentar, en su mayor medida lo que no tienen, me responde. Como las extrañas parejas de Instagram, con sus reels-diario, me dice ella siguiéndome la corriente.
Ha pasado la lluvia. La tormenta. Por el parlante está sonando Ron Cola de Rauw Alejandro. Y le digo a Valeria, que me gusta la pareja que hacen con la Rosalía. Aunque Tangana haya terminado o ella lo haya terminado. Que todo amor en su extensión de que pueda seguir vivo, es un amor real y sin escrúpulos. Los famosos lo viven más fuerte que nosotros por todas esas cámaras y los medios que hace hype de todas las situaciones que ellos viven. Así que es mejor que nos sintamos afortunados de no ser muy conocidos (todavía). Pero va a suceder, dice ella. Va a suceder que serás un buen artista y un buen escritor, mi amor. Y tú también aprenderás a pintar mejor de lo que ya haces, le digo yo. Yo te enseñaré todo. Y juntos podremos seguir adelante. Esto es lo mejor que nos pudo haber sucedido, dice ella. Es bueno hablar todos los días contigo, amor, digo yo. Y aunque la distancia nos separa, nos quedan las palabras; estas conversaciones, el tiempo que se aleja rápidamente, pero queda plasmado en nuestras cabezas. Prefiero elegirte mil veces. No ver a nadie más. No me molestaría que el mundo se cayera a pedazos, pues tú estás a mi lado. Es bueno saber que todavía no te aburres, me dice ella. Y es bueno que todavía no te cansas de cómo soy, le digo. No me voy a cansar de ti, mi amor. Los días pasarán, así como los meses pasarán. Así como nos era lejano vernos de nuevo. Y las semanas pasaron como un ventarrón y ya estabas en Guayaquil y ya estuvimos viajando juntos. Es bueno hacerse viejo, le digo. Como la pareja que vimos en esos días de playa. El hombre por naturaleza, es un hombre simple. Me gustaría llegar así contigo. Sentados bajo una cabaña, bebiendo cervezas y platicando todo el día. Así exactamente, mi amor, dice ella.
La temperatura ha bajado un poco más y hace frío en New Jersey. Ambos nos quedamos conversando un poco más sobre los que están allá afuera pensando en querer o ser queridos. Ambos pensamos en qué será de nuestras ex parejas y de sus nuevas vidas. Ambos sonreímos en cada palabra, en cada acción. Tenemos casi 365 días de estar juntos. Ha pasado lo suficiente, y ha sucedido lo suficiente. Hay demasiados asesinatos en las calles, para intentar matar al amor. Y hay incontables suicidios para dejar que una idea bella desaparezca. Sócrates desde su conversación con Diotima, en el libro de Platón, en el banquete, dice que: «el amor aspira a lo bello». Qué mejor forma de yo seguirle la corriente, que por eso, lo bello es amar. La admiración al otro, la forma en la que el otro puede ser.
La mejoría, desde lo más profundo hasta lo más grande, también es amor. Poder quererse en la pobreza, así como en la riqueza. La naturaleza del Eros, se refleja en las formas de las cuales, por la noche o por el día, los seres vivientes se asemejan unos a otros. Te entremezclas para crear un nuevo ser. De nada vale amar, sino es para crear y recrearse a uno mismo. Ambos nos reíamos ya. Y yo me estaba pasando de copas de Ron y ella tenía dos cervezas encima. De nada valía discutir sobre lo que ya había sido, o sobre lo que podría ser. Es bueno hablar de lo cotidiano. Es bueno hablar con el ser amado. ¿Somos amados, o somos amantes?, ¿Podríamos ser ambos? Quisiera creer que sí. Que podemos tener la libertad de elegir al otro. Desfallecer ante el otro y viceversa. ¿Se puede llegar a la vejez, amando al otro? ¿Cómo podemos estar seguros de que amar es posible, luego de cuarenta años? ¿En qué lugar, en qué parte del mundo se encuentra la historia perfecta? ¿Existe la perfección? ¿Somos perfectos? Claro está, que no lo somos. No somos máquinas. Como humanos, estamos a la par de errores. Y hacer de esos errores historias. Y hacer de esas historias, nuestros motivos para vivir. Sería preguntarnos, si es posible amar sin poseer, creer sin ver, e inclusive, tener la certeza, que la eternidad está acá desde hace mucho. Y que, por ello, un momento breve con la persona amada, se vuelve eterno y a la vez fugaz y a la vez imperecedero.
A veces, me dice Valeria, caer al vacío, es saber que también puedes volar.
La noche avanza y la música suena alta. Valeria y yo nos disponemos a bailar frente a la cámara. Por eso, aquí se termina este híbrido y yo los dejo acá con esto:
«El amor igual a la libertad, no es escoger un camino, sino rebelarse contra todos los que quieren imponerte uno», Merlí.
Wow, te admiro y te respeto Pedrito! Que bello escribes, orgullosa de quien eres y muy segura de lo lejos que vas a llegar❤️ eres lo máximo