HOGAR, DULCE HOGAR

Por Irlanda Ruiz Aguirre

¿Dónde está tu hogar?, fue la pregunta que me puso a pensar.  Y aunque todos vivimos en la Ciudad Reina, (cognomento de la ciudad de Charlotte, Carolina del Norte) cada respuesta fue diferente. Mi paisana expresó: Puerto Rico, yo dije: Charlotte, a pesar de llevar pocos años. Otros mencionaron: Florida, Bogotá, Lima, San Diego y España.  Cada cual define dónde está su hogar a su manera.  Sin embargo, cuando emigramos, no es fácil establecer dónde está nuestro hogar. Podemos establecer nuestra residencia, domicilio o morada en cualquier sitio, pero hogar, es diferente. 

¿Dónde está tu hogar, cuándo dejas tu hogar? ¿Cuándo alzas vuelo, agarras maletas y te reinventas en otro suelo?  Cuando emigramos, dejamos atrás una vida de años que incluye la familia, amigos, trabajo. Las cosas que damos por sentado, son parte del pasado. Emigrar nos transforma, nos cambia, nos hace añorar, pero nos enfrenta a nueva realidad. Al emigrar crecemos a fuerza de cantazos. Le preguntamos al que estuvo antes: ¿cómo es y cómo le va? Pero su experiencia no nos sirve, pues solo son las anécdotas de quien las vive. 

Al emigrar se hace evidente la diferencia entre el ser y estar. Somos nómadas en una tierra lejana. Se nos cuestiona nuestra pertenencia, nos pegan etiquetas y más de uno recalca nuestro acento y nos mira con recelo. No obstante, en la diáspora construimos nuevas vivencias, vamos hacia adelante, con determinación y persistencia. 

Alejados de nuestra patria, buscamos nuestro hogar. Nos reencontramos con nuestra identidad.  Reflexionamos en silencio y nos damos cuenta de que para algunos, como yo, hogar no es un lugar.  Hogar es la tribu que se busca y se encuentra, es quienes añaden valor a la vida.  Más que un destino es un sentimiento, es experiencias y abrazos, es compartir y entrelazos.  Es donde te reciben con alegría y ganas.  Cada hogar se encuentra en diferentes lugares, pero mi hogar es donde me validan y aman… 

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